LEYENDO A CUMMINGS
Comienza
a llover
espadas
filosas
bautizan
como
tus manos
glorificaban
mi madrugada
noches
en que
sin
darte cuenta me amabas
invierno
que
nunca esperé
donde
comprendí
el
origen del universo
de
las religiones
y
me daba miedo saber que existía
algo
llamado amor
hoy
entiendo aquel verso de Cummings
que
una noche te leí
sentados
a la mesa de un bar
bajo
la luz de tus ojos
“nada
ni siquiera la lluvia
tienen
manos tan pequeñas”.