miércoles, 8 de agosto de 2012




Presentación del libro Registro de un amor, a cargo del poeta Javier Etchemendi.

No existe una manera de presentar este libro, no la hay. Es un libro que tiene la palabra amor en su portada y un corazón dibujado en la pared. Es casi un anacronismo, es un libro de pájaros, “tenues” dice Marauda en el prólogo. Un tratado de ornitología, entonces. Un libro de vuelos y caídas, de plumaje y biología. Un libro de mitología personal y secreta. Es el libro de un creyente, de un empedernido. Aquí no hay reflexión sobre la literatura. Sólo amor. Nada de qué asirse. Es un salto sin red. Esto es la parte privada del ritual de escribir. Este es el libro de estilo, y el estilo, ya lo decía Barthes, es siempre un secreto, un recuerdo encerrado en el cuerpo del autor.
Elogio y destrucción. Amabas cosas vertebran este poemario. Y valor. Absoluto.
Hay versos, aquí,  insoportables para cínicos como yo, versos como agujas, barcos fríos que avanzan entre una espuma de vidrio. “Mi amor por su perfil blanco consiste en correr sin salvación…”. El libro ya vale por este verso. Aunque me vendieran un mazo de hojas blancas y este verso. Verso, discurso del método de nacer y morir.
Registro de un amor, no se apea de dar cuenta de una biología y de esa necesidad que tenemos quienes hacemos poesía por estarcir un pasado en suspensión. Un pasado transparente, inocente y neutro. Químico. Una huella escrita. Hasta que el tiempo lo revela como una criptografía que recobra su contorno y se nos opone.
“Por fin
ahí estábamos
los dos como uno,
amándonos,
creándonos,
mientras el viento y la lluvia
intentaban vernos
por entre los vidrios
de aquella habitación del viejo hotel
que parecía invencible…”
Podemos quedarnos presos de la forma y de la apariencia de los recursos, vivimos en una época de formas y ruidos. Aquí no hallarán ruido ni huida. Necesitan saber que “se ama porque no se puede hacer otra cosa”, como señala ferozmente Marauda. O quizá porque la vida, como dice el autor “parece un juego de ajedrez, la majestad sencilla de un icono ruso”.
Los cínicos, somos los mejores para presentar estos libros. Decimos no creer en ellos, públicamente los denostamos, en los corrillos nos mofamos, pero en secreto... ¡Ay!
Registro de un amor, de Leonardo Rodríguez Borges. Un libro para no tener, a menos, claro que sean esos que creen en el amor.

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